XOSPA - El Indiviso

El Indiviso es un punto perdido en los mapas, una estación detenida en el tiempo donde el viento del desierto susurra historias que pocos están dispuestos a escuchar. Entre sus calles polvorientas y su horizonte de arena infinita, se oculta un misterio, un paraje donde lo efímero y lo eterno convergen, y donde las sombras de los hombres suelen ser más largas y profundas que sus propias vidas.

Romeo Xospa no era el hombre que una vez fue. En El Indiviso, se había convertido en un eco distante de su antiguo yo. Vestido con ropas desgastadas y un sombrero raído para protegerse del implacable sol, barría las banquetas y recogía basura a cambio de algunas monedas. Para los habitantes del lugar, Romeo no era más que un gringo cualquiera. Pero en sus ojos cansados, aquellos que observaban con atención podían ver destellos de un pasado más oscuro.

La verdad era que Romeo había sido algo más: un ex-marine, un mercenario, un hombre con un conjunto de habilidades que solo se adquirían en campos de batalla y misiones clandestinas. Había sido leal, eficiente y temido. Pero las malas decisiones, las deudas y una traición imperdonable lo llevaron a este rincón olvidado del mundo.

Esa tarde, el viento soplaba con fuerza, arrastrando arena y polvo a través de las calles del poblado. Romeo estaba terminando de barrer frente a la cantina cuando una camioneta negra, forrada en tierra seca, como una reliquia de caminos olvidados, entró al pueblo. Cuatro hombres bajaron del vehículo, todos vestidos de negro, con gafas oscuras y un aire que gritaba peligro. Romeo no tuvo que mirar dos veces para entender que no eran simples turistas perdidos. Reconoció la postura, la manera en que sus ojos exploraban el entorno. Eran hombres entrenados.

—¿Qué harás ahora, Xospa? —se dijo a sí mismo mientras recogía su escoba y fingía no haberlos notado. Sin embargo, su mente ya trabajaba a toda velocidad.

Los hombres se detuvieron frente a la cantina, observando con desconfianza a los pocos lugareños que pasaban cerca. Uno de ellos, el más alto, habló en español con un acento extranjero, preguntando por un "Romeo Xospa". El silencio cayó sobre el lugar como una losa. Los pocos que lo conocían lo miraron de reojo, con miedo.

Romeo tomó la escoba y caminó hacia el callejón detrás de la cantina. Necesitaba tiempo para pensar y espacio para maniobrar. Pero no había dado diez pasos cuando uno de los hombres lo vio.

—¡Hey, tú! ¿Eres de fuera, cierto?

Romeo se detuvo. Podía negarlo, pero sabía que no le creerían. En lugar de responder, hizo algo que no había hecho en años: confió en sus reflejos.

El primer hombre lo alcanzó rápidamente, pero Romeo giró sobre sus talones y lo desarmó con un movimiento fluido, golpeándolo con el mango de su escoba. El hombre cayó al suelo, inconsciente. Antes de que los otros pudieran reaccionar, Romeo corrió hacia un edificio abandonado al final del callejón. Sabía que no podía enfrentarlos de frente. Necesitaba ventaja táctica.

Adentro, respiró profundamente mientras evaluaba su situación. El edificio estaba lleno de escombros, pero también había herramientas viejas, clavos oxidados y cuerdas que podían ser útiles. El entrenamiento se activó como un interruptor, y en minutos preparó trampas improvisadas.

Los hombres lo siguieron, moviéndose con cautela pero subestimando a su presa. El primero que entró activó una trampa que Romeo había armado con una cuerda y un tablón suelto, quedando aturdido al recibir un golpe directo en la cara. Los tres se dividieron, avanzando con armas desenfundadas.

Romeo los observó desde las sombras, moviéndose rápidamente para atacar y desaparecer antes de que pudieran reaccionar. Usó un tubo oxidado como arma improvisada, neutralizando al segundo hombre con un golpe preciso en la rodilla seguido de un golpe en la cabeza.

Quedaban dos. Uno de ellos comenzó a disparar, las balas rebotaban contra las paredes del edificio. Romeo se refugió detrás de una pila de ladrillos, buscando una oportunidad para contraatacar. Sabía que no podía quedarse mucho tiempo; tarde o temprano, lo acorralarían.

Entonces, escuchó algo que cambió el rumbo de la situación. Un helicóptero se acercaba, el sonido de las aspas resonaba en el aire. Miró hacia una ventana rota y vio el vehículo acercándose. No era una coincidencia. Alguien más estaba involucrado.

Con el helicóptero distrayendo a los hombres, Romeo tomó la iniciativa. Usando la confusión, se deslizó por una ventana y escapó hacia el desierto. Sabía que no podría quedarse en El Indiviso. Su pasado finalmente lo había alcanzado, y si quería sobrevivir, tendría que enfrentarlo.

Horas después, mientras se escondía entre las dunas, Romeo reflexionó lo sucedido. El viento soplaba frío, y las estrellas brillaban en el cielo oscuro. No sabía quién había enviado a esos hombres, pero una cosa era clara: no había terminado con él.

Xospa no era un simple barrendero. Y pronto, Ciudad Bengala, a donde se dirigía, lo recordaría.

@didiermxl

("XOSPA" forma parte del libro VIDAS COMETA con Número ante el Registro Público del Derecho de Autor: 06-2024-020911431400-15. Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual)





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