LARA

("LARA" forma parte del libro VIDAS COMETA con Número ante el Registro Público del Derecho de Autor: 06-2024-020911431400-15. Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual)

Era visualmente adictiva. Proyectaba lujuria pese a su andar inseguro, sus cejas caídas, ojos tristes y almendrados, y esa sonrisa melancólica que presumía juventud al mostrar sus grandes dientes alineados. Se escondía tras su llamativa melena rizada, color fuego. Parecía frágil pero elegante, sensual y delicada, como cisne con el ala herida.

 —Hola, muy buenos días. Bienvenida a Sevilla —la saludó una mujer al recibirla en el vestíbulo.

El interior del edificio albergaba un bosque con alrededor de dos mil árboles y más de cien mil arbustos, junto a plantas de todas las regiones del país. En el centro, una cascada de cuarenta metros de altura adornaba el espacio, creando por las noches un espectáculo impactante de luz y sonido. Sevilla era uno de esos megaproyectos arquitectónicos únicos en su clase. Solo la recepción imponía respeto.

—Buen día. Tengo una reservación. Debí haber llegado anoche, pero mi vuelo se retrasó y… —Lara fue interrumpida.

—¿A nombre de…? —preguntó la recepcionista, quien hasta hacía un momento la había saludado efusivamente. Parecía tener prisa para ser martes por la mañana.

—Lara. —Odiaba que la llamaran Larisa—. Villa.

—¡Ah! Permítame… Lara… Lara… ¡Larisa! ¿Correcto? Habitación para una persona, cama queen size, piso de no fumadores, estancia indefinida, ¿cierto?

—Sí —respondió Lara, evitando el contacto visual. La incertidumbre de no saber cuánto tiempo se quedaría en ese lugar le generaba una angustia tremenda. Apenas había llegado y ya quería irse.

—Oye, ¿te puedo decir algo? Aunque pueda sonar inapropiado.

—¿Cómo? Eh… —Acababa de explicar que su vuelo se había demorado. Estaba cansada. Ya bastante inapropiada era la pregunta—. Sí, dime.

—Te veías increíble en la portada Femme de enero.

Lara no sabía si tomarlo como un halago o una ofensa. Aunque lo escuchaba con frecuencia, estaba demasiado cansada para decidir.

Tomó la tarjeta de la habitación y, con una sonrisa forzada, sin mostrar los dientes, hizo un gesto de agradecimiento. Se dirigió a su habitación: la número 23. Una pequeña sonrisa, esta vez honesta, se asomó en su rostro al pensar: Michael.

Ese número era una constante en su vida. De niña, se sentaba junto a su padre a mirar los partidos de básquetbol. Su equipo favorito eran los Chicago Bulls, y Michael Jordan era la estrella. Le encantaba ver a su papá emocionarse con cada canasta que encestaba ese hombre de grandes tenis con el número 23 en su espalda. Papá bailaba, y ella bailaba con él. Sus movimientos arrítmicos hacían más alegre el momento. Durante esos segundos, ambos olvidaban que mamá se había marchado una madrugada en busca de su felicidad. Ellos la encontraban en cada partido, con Michael y sus canastas.

El número 23 le recordaba a papá.

Papá era de esos hombres que hablaban solos. Lara lo recordaba bajo la sombra de un árbol en el parque, alejado por unos minutos, concentrado en sus meditaciones personales, como si fueran mensajes importantes dirigidos a sí mismo. A veces lo veía grabarse en audio con el celular. Le gustaba pensar que eran consejos guardados para su "yo del futuro".

Ella, adoraba revivir su infancia con nostalgia durante las reuniones familiares. Narraba con emoción las visitas dominicales al rancho de sus abuelos, en medio del desierto de Sonora, donde su padre había nacido.

El olor de la cocina parecía regresar con solo recordar esas mañanas: la abuela Licha haciendo tortillas de harina, el abuelo Yayo limpiando frijoles, ambos con café en mano. El queso fresco reposaba en la mesa junto a la jarra de jugo de naranja recién exprimido, mientras los primos corrían por el patio esperando el almuerzo.

La calma llegaba con la abuela Licha meciéndose en su silla, ojos cerrados, mientras la pañoleta enredada en su cabeza y su fórmula secreta para las migrañas hacía efecto. Con el tiempo, Lara supo que solo era Vicks con alcohol, pero el misterio que rodeaba la preparación en su impenetrable cuarto intrigaba a todos.

De repente, una puerta se cerró de golpe. La intención de pasar desapercibidos se evaporó, mientras la discusión escalaba.

—¡Mírame ahora, gritando! ¡Me enfurece! Odio los genes que compartimos y que me hacen ser inevitablemente como tú: insensible, ausente y egoísta —reclamó Lara a su padre, frenética. Su voz desesperada y el tono rojizo de su rostro resaltaban la rabia que emanaba de sus ojos.

—¡Eres una bomba que siempre está a punto de explotar! Pero no tienes cuenta regresiva. Simplemente detonas ¡y te vas! Te marchas sin medir las consecuencias de tus actos, sin saber a cuántos heriste y abandonaste. Gente que contaba contigo ¡Yo contaba contigo!

Lara, con tendencia a sumergirse en aguas profundas y oscuras donde no teme encontrarse con sus recuerdos, conservaba la confianza como una poesía rota en su memoria.

—¿¡Y qué esperabas que hiciera!? ¿Crees que no lo intenté? ¡Hice lo mejor que pude! —exclamó su padre—. Ella se fue —dijo, refiriéndose a mamá—, y yo me quedé. Le di todo, pero no fue suficiente. Su depresión… lo sé, estaba enferma, pero las cosas horribles que decía al final… No sé, tal vez tenía razón. Tal vez no fui suficiente.

Lara, con el ceño fruncido, escuchaba las palabras de su padre sin abandonar su expresión de enojo.

—Nadie me dijo lo difícil que sería, pero era eso o renunciar a ti. ¡Y jamás renunciaría a ti! —continuó él, con los ojos llorosos—. Muchos decían que era una carga muy grande, que no iba a poder, que me rendiría. Pero ellos no te veían pedir los brazos al despertar, o sonreír solo con verme entrar en la habitación. Ellos no tenían ese motor. ¡Y no me rendí!

 —¡Papá! —Lara se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo eterno. No se abrazaban así desde que era niña.

 Las lágrimas fluyeron sin contención. Y aunque ninguno dijo "lo siento", ambos se habían perdonado.


@didiermxl



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